Se hallaban parados frente a frente a una ínfima distancia
donde sentía la brisa que emanaba de la boca de él, su aliento tibio, con olor
a tabaco mentolado, la forma en que los suspiros cortos salían de la boca dulce
de ella, ninguno se atrevía a respirar y lentamente cerraban los ojos para no
ser bruscos como habían sido encuentros anteriores, no, definitivamente debían
darse tiempo para que las mariposas pensaran en flotar dentro de sus tripas ,
él, tomó el rostro de ella en sus manos y lo comenzó a acariciar delicadamente,
ella, hizo lo mismo solo que con un dejo de lujuria subió lentamente por su
cuello hasta llegar a su oreja donde jugueteo con su lóbulo provocativamente,
lentamente volvió al cuello y continuo bajando no sin antes acariciar la
comisura de sus labios sin atreverse a besarlo continuo el recorrido por su
cuerpo y lamentó ser ella quien tuviera que tomar la iniciativa pero no había
remedio, ella quería desde siempre lo que él jamás podría. Bajaba lentamente
mientras él solo la estrechaba contra sí, te amo, te deseo, acaricio de forma
circular casi al llegar a la bajada de la entrepierna haciéndolo jadear
suavemente, lo saco de la pared y lo sentó al borde de la cama, sintió que la
magia se había perdido, habían abierto los ojos, era un ser miserable ahora,
no, no podía perderlo, comenzó a besarlo con verdadera pero controlada pasión,
enrollo sus piernas alrededor de su cintura y agarro sus cabellos, él, la asió
por la barbilla obligándola a mirarlo, la besó mordisqueando su labio inferior,
continuaron su cadencioso roce de labios mientras sus respiraciones lentamente
se iban entrecortando, no despiertes por favor, no ahora… lo abrazó por el
cuello y separando con un dedo sus labios le susurró cosas al oído que el jamás
entendió, palabras sin sentido para el que fueron la confesión más dura para
ella porque significaba que esto había terminado, lo tiro hacia atrás, se
tendió al lado de él y apretó su brazo mirándolo fijamente como cuando eran
amigos, callaron por largo tiempo sin atreverse a decir nada ni siquiera
comentar lo que había pasado minutos atrás o lo que podía pasar si lo
intentaban de nuevo pero no, se miraron, rieron, el con timidez acercó sus
dedos largos a los delgados de ella pidiéndole perdón porque las cosas no
funcionaron y rogándole que no se fuera, que nunca lo dejara solo porque no
necesitaba nada más que el calor de su cuerpo y sentir que ella estaba ahí y
que no se iría, por mucho que él no valiera la pena...