Cada día salgo a caminar y visito los mismos lugares, tengo los mismos pensamientos creando una rutina en mi solitaria vida. Me detengo junto al lago a las 10 am y lo observo, cada minuto refleja en sus aguas turbias y densas a cada persona que fue arrojada a él, aparecen tenues imágenes pudiendo reconocer sus rasgos característicos, como si yo fuera la única que los recuerda a todos.
Sigo mi camino y el pueblo me espera, recorro la plaza central en donde veo a los niños jugar tal y como lo hicieron ayer, sus familias aguardando para luego ir a comer un rico plato de comida preparado por la abuela, los jóvenes inundando las calles con sus ideas de evolucionar, de descubrir distintos mundos que ni siquiera podríamos imaginar, esa capacidad de echar a volar la imaginación y contagiarnos a todos con la curiosidad y el querer saber que hay más allá de este pequeño y acogedor pueblo.
Me doy cuenta que todo sigue ahí, a fin de cuentas no estoy sola.
Era un 10 de enero, cuando todo el pueblo adornaba las calles para celebrar el aniversario del lugar donde vivíamos, rostros llenos de júbilo, los más jóvenes preparando espectaculares shows y las mujeres un gran banquete para el cierre del festejo. Todo el pueblo se vestía de rojo reflejando la vitalidad y la alegría entusiasta de la comunidad para comenzar un año con nuevas metas, experiencias y guardar todo aquello pasado en la memoria de cada persona como parte del aprendizaje.
Las trompetas ya sonaban, era la hora de comenzar a disfrutar. Los hombres sabios del pueblo se dirigieron hacia nosotros para dar un balance del año y expectativas de éste que recién comienza, con sus palabras y metáforas le daban a su discurso el toque místico de nuestro pueblo, luego de la charla vinieron los bailes y presentaciones de los más jóvenes para celebrar un año más. Algunos con máscaras llamativas o vestimentas acorde a su desplante en el escenario, todo se desenvolvía de maravilla, cada año era mejor, pues ésta fecha era la que todo el mundo esperaba para vivir de otra manera un día del año.
Ya era la hora del banquete, la comida era un secreto, nadie sabía con que nos sorprenderían las mujeres, y ellas con risas cómplices se aprovechaban de la curiosidad e inventaban platos exóticos y con aditivos especiales para la ocasión, para que ninguno de los habitantes del pueblo pudiera describir y descubrir que era realmente lo que estaban comiendo. Los platos eran manjares de los dioses, no se sabía distinguir completamente sus ingredientes, pero ya en la mesa todos nos preocupábamos de disfrutar la mano de nuestras cocineras estrella.
Conforme avanzaba la noche una espesa niebla envolvía a nuestro pueblo, le daba un aspecto único, las plazas y el bosque se veían cada vez más misteriosos y jugábamos con el nuevo aspecto que le otorgaba a la noche, las campanas de la iglesia aportaban con su sonido cada vez más latente que sentíamos en nuestros pechos la extraña sensación de sentirnos vulnerables a algo natural poco frecuente en nuestro pueblo, la niebla.
Llegó la luna esta vez más inmensa que de costumbre pero con ella también llegó el temor en el pueblo, la niebla ya no era motivo de conversaciones terroríficas y cuentos inventados por los más jóvenes para asustar a los pequeños, la celebración llegó a su fin, y la niebla nos cegó a todos, muchos perdieron su camino de vuelta a casa y los perdimos de vista en pocos segundos.
Cuando tratamos de organizarnos para volver a nuestros hogares un extraño sonido nos alertó, parecía el relinchar de un caballo, pero no se sabía con exactitud su proveniencia, nos mantuvimos alerta hasta que aquel sonido cesó, por un momento nos aliviamos pero tan pronto comenzamos a dispersarnos, jinetes aparecieron entre la niebla quemando todo a su alrededor con antorchas ardientes y con sus espadas mataron a todo el que se cruzaba enfrente.
Ante tal evento todos huimos desesperados, nadie podía entender lo que estaba pasando, de dónde salieron estas personas y porqué acaban de esta manera con nuestras vidas. Los jinetes avanzaron, destruyeron y mataron a todo el pueblo, algunas personas quemadas por las estructuras incendiadas, otros atravesados por las espadas de los jinetes y unos cuantos ahogados en el lago. En pocos minutos nuestro pueblo vestido de rojo ya no simbolizaba la alegría de un nuevo año, sino que la sangre de sus propios habitantes derramada en cada esquina, su aspecto ya no era acogedor, más bien oscuro y lleno de dolor, como si de aquellas casas quemadas si pudieran escuchar los gritos de desesperación y dolor de aquellos que fueron consumidos por las llamas, las calles manchadas de sangre y cuerpos decapitados, descuartizados por doquier. Nuestro festival había acabado de la peor manera y la vida de éste pueblo sólo quedaba en los recuerdos de mi mente.
No sé si fue suerte la mía de encontrar un escondite, me salvé de la muerte, pero en realidad estoy muerta en vida, cada noche me recuesto en mi cama y siento aquel relinchar de caballo, como si siguieran buscando algo en este pueblo que ya no existe, mientras las campanas resuenan cada noche anunciando la maldita niebla.
Nunca sabré que era lo que realmente buscaban, pero de seguro tomaron todo lo que pudieron y de saber que queda algo más, no hay duda que volverán por ello.
2 comentarios:
Muy bueno!!! me ha gustado Pato :) sería genial si tiene continuacion :#
:O cariito mi primer comentario, en el fondo sabía que si alguien comentaba serías tu jajaja
En cuanto a la continuación..podría seguir, me salió algo extenso así que creo tengo la idea de como podría continuar
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