miércoles, 2 de enero de 2013

Muñeca


Una mañana fría en algún lugar de este mundo, trascurridas ya cuatro horas del 4 de Octubre de 1994, Alma traía al mundo a Berenice con ayuda de la obstetra y unas pocas enfermeras. El padre de la pequeña bebé de 52cm y 3.700kg había desaparecido en la octava semana de gestación y jamás regresó.

Los años pasan uno a uno, Berenice es la más hermosa de las niñas, la más simpática, la más risueña, la más inteligente. Sin embargo, en su interior Berenice siente que algo le falta. Lo deja pasar, después de todo solo tiene nueve años.

Cuatro años más, Berenice empieza la escuela superior. A diferencia de sus compañeras, Berenice aún es una niña por dentro, no ha madurado lo suficiente, es demasiado inocente.

Conozco a Berenice, es mi compañera, mi amiga. Ella me gusta, me gusta mucho. Es una chica complicada y eso es lo que más me gusta de ella.

A Berenice le gusta intentar atrapar las partículas que ve en la luz del sol, a mí me gusta ver cómo lo hace y ríe al mismo tiempo.

Berenice se vuelve mujer. Berenice empieza a sentirse incómoda en su propio cuerpo. Sus medidas aumentan, su sonrisa disminuye. A Berenice ya no le gusta el sol, ya no ríe.

–La obesidad es una enfermedad- dice Berenice al mismo tiempo que mira su figura en un espejo, está más grande pero a mi parecer no es obesa.

El mundo cambia, la sociedad influye. Berenice cuenta con quince años ahora. Ya no me habla, dice que es fea y que no merece mi cariño. Yo no me alejo de ella. Berenice me besa, somos novios, la amo. Ella sonríe de nuevo.

Las cosas suceden rápido, Berenice hace nuevas amigas. Ellas hablan demasiado rápido de demasiadas cosas sin demasiado sentido. Berenice parece divertirse. Sale a bailar, va a fiestas. Sus amigas hacen dietas extrañas. Berenice deja de sonreír nuevamente.
Es su cumpleaños dieciséis, paso el día con ella. Está extrañamente feliz. Está más flaca.

Ya ha pasado tiempo desde aquel día, ahora conduzco rápidamente y me adentro en la blanca y luminosa habitación. Poso mi mirada sobre la mujer que se encuentra acostada, me cuesta no mirar hacia otro lado, me cuesta identificarla como mujer. La miro a los ojos, no la conozco. Su mirada carece de brillo y está enmarcada por una profunda oscuridad, su piel está seca y su cabello quebradizo al igual que sus uñas. Le tomo la mano, observó sus dedos esqueléticos. Ella enfoca sus cansados ojos en mí, sonríe, los dientes amarillos. Acarició su rostro, puedo sentir los huesos de su rostro. Mi expresión es triste, mis ojos vidriosos. Sé que ella también quiere llorar, pero no puede, ya no.

-Solo quería ser bonita-

Entiendo que jamás pude hacerle saber cuán hermosa era y muero por decirle que ahora lo es, lamentablemente sería una mentira. Ya no queda nada de la mujer de la que me enamoré, Berenice. Berenice inspira. Berenice espira. Inspira, espira, inspira, espira.
Expira.

Su mirada está perdida y de todas maneras tiene el mismo brillo de hacia cinco minutos, mejor dicho la falta de él. Mi pecho se estruja, quiero gritar. Me contengo y cierro sus párpados delicadamente. Me voy. La mujer que deje atrás en esa habitación ya no era mi Berenice. A mi Berenice la sociedad actual la mató hace años, ese cuerpo era solo una muñeca creada por el mercado.

1 comentario:

Arthemis Dench dijo...

Guau es impresionante la verdad que me impacto mucho. No es una historia completamente irreal ni te pinta un mundo que no existe, sino, una perspectiva de alguien que ama y pierde, y de alguien corrompida por la presión que crea el mundo de que la felicidad es la belleza.
Me encanto fue super interesante y hermosamente escrito, no pensaste en publicarlo en algun otro lugar como los espacios al lector en una gaceta? :)