jueves, 4 de marzo de 2010

El Sueño de un Caracol.

#02

Victoria llegó a su casa muy contenta, dándole a conocer a su fantástica madre el adelanto que consiguió con su amor (ahora) casi nada platónico esa misma tarde.

Entonces, como es de imaginar, la ingenua de Victoria siguió visitando a Víctor, cada vez con más confianza, con más emoción y sentimientos de anticipación. Pensaba y hablaba en/de él en cada momento. Pero sería mentira si yo les contase que él pensaba y hablaba en/de ella en cada momento también. Quizás, las preocupaciones de Víctor eran mucho más distintas a las de Victoria.

Aquel día, nuestra protagonista decidió tomar el autobús en la parada fuera de la panadería-pastelería como tantas otras veces había hecho, pero, esta vez, lo hizo solo para verlo un momento. Había determinado que no entraría a hablar con él, porque no quería que su jefe lo regañara como otras veces lo había hecho. Victoria no quería ser un estorbo.
Sin embargo, cuando Víctor le hizo señas y le sonrió para que entrara a saludarlo, ella no se pudo resistir. Caminó y cuando lo tuvo en frente, se empinó para besarle la blanca mejilla.

-Hola. ¿Por qué no entraste? –Preguntó, ordenando algunas cosas del estante.
-Hola. Es que no puedo llegar tarde a casa.
-Oh. –Contestó vagamente.
-Sip. –Murmuró Victoria.
-¿Y qué harás esta tarde? –La miró, casi expectante.

Victoria sintió las típicas mariposas que, con Víctor, descubrió que existían de verdad en los estómagos de las personas enamoradas.

-Nada. –Sonrió coqueta. -¿Y tú?
-Debo llegar a mi casa a cuidar a mi hija. –Respondió, bajando la mirada.

Tenía que ser una broma, ¿cierto?

-¿Tu hija? –Preguntó Victoria, incrédula.

Él solo asintió, aún sin levantar la vista.

Es verdad… la misma Victoria me lo contó… es posible sentir como cosas se rompen en tu interior.

-¿Cómo se llama? –Fingió no sentir dolor, fingió un tono desenfadado.

-Martina Antonia. –Por fin levantó la vista hacia ella. –Es divertido, porque suena como “Martín” Antonia, pero es mujer, entonces es obvio que es Martina.

Ése fue el vómito verbal de Víctor. Y Victoria solo lo miraba, intentando comprender por qué nunca se lo dijo, por qué solo la dejó hacerse ilusiones mientras que él tenía una hija de 8 meses esperando en su casa y estaba trabajando por ella.

-Creo que tengo una foto por aquí. –Sacó su billetera de su pantalón.

Qué típico.

-Mmm… creo que no, pero tengo esta… de mi novia. Ella es. –La apuntó, en una foto impresa.

Si antes el cristal en su interior solo se había roto, ahora se había pulverizado.

Victoria tenía que salir de ahí. Escapar. No podía dejar que él la viera llorar, que él la viera destruirse en frente de él, que la viera desmoronarse. Su orgullo, en ese momento, era lo más importante, más importante que la liberación de sus lágrimas, de su dolor… más importante que el desahogo.

-Bueno, ya tengo que irme. –Miró su teléfono celular, fingiendo ver la hora. –O voy a llegar tarde.

-Okay.

Solo se miraron, por breves segundos.

-Chao, Victoria. Cuídate mucho.

Fue un tono de despedida el de él. Sus palabras fueron como un “Quizás nos veamos, pero no será lo mismo de antes”.

-Adiós, Víctor.

Y caminó lo más rápido que pudo. Huyó. Se unió a la gente que esperaba por el autobús, al igual que ella. Apretó sus ojos para no llorar, intentó tragarse el nudo en su garganta, pero sus ojos se aguaban, se cristalizaban. Y ella intentaba pasar el aire, para eliminar el malestar de su pecho.

El trayecto del centro de la ciudad a su casa nunca fue tan tortuoso.
Se sentó al lado de la ventana, para que nadie viera sus ojos cristalizados, sus labios siendo mordidos por sus propios dientes.
Le dolía tanto, con tanta intensidad y profundidad. Pero no podía derramar ni una sola lágrima hasta llegar a su casa.

Giró la llave dentro de la cerradura de la puerta de entrada, y, aún cuando estuvo dentro, siguió aguantando el llanto. Subió lentamente escaleras arriba, con pesar. Abrió la puerta de la habitación de su madre totalmente destruida y se echó a llorar como hace tiempo no lo hacía, como cuando era una niña pequeña, no una adolescente.

-Hoy fue el peor día de mi vida. –Dijo entre sollozos, acurrucada en el regazo de su mami.

Y, aunque ya han pasado varios meses desde aquel evento, Victoria se pregunta cómo hubiese sido besar a Víctor en los labios. Ya no llora el engaño, pero muchas veces se ha encontrado imaginando como antes, o sintiéndose como antes cuando entra a la panadería-pastelería.
También, ella ha llegado a pensar que a Víctor también le dolió la despedida. Quizás no tanto como a ella, pero piensa que hay una gran posibilidad de que él pudo quererla por ser un escape de su realidad… de la realidad de no haber sabido utilizar un condón y haberse convertido en un papá antes de lo planeado.

Nadie saber si Victoria, algún día, podrá confirmar o descartar sus ideas. O si los caminos de Víctor y ella podrían volver a intersectarse.

#Fin.

3 comentarios:

Emily Lee dijo...

e_e Victor hijo de la achingada!
la ilusiono y luego la dejo asi nomas
hay noo T__T
seguro tb se ilusiono entonces se dio cuenta que no debio hacerlo x su novia e hija bla bla pobrecita >_<
Hay gosh T_T
que triste... pobrecita

María D'Lirio dijo...

oh my fucking god
que wacho victor
como le hizo eso a victoria
igual si se lo hubiera dicho desde el principio no hubiera habido semejante historia
me gusto mucho
felicitaciones, escribis muy bonito ana

Anónimo dijo...

si definitivamente hay diferencias!!!

Victor hijo de la gran fruta!!! >.<
porque mela tenia que coquetearla!!!
teniendo familia!!! grrrrr
esa Vicky vale un Peru! fuerte la niña!!!

me gusto! (Y) otra...otra! xD