viernes, 21 de septiembre de 2012

Espejos Verdes





Mi cuerpo sobre la silla con el inevitable tic: los temblores de mis piernas. El balcón también me sostiene, y aunque es de noche, no siento el frío, porque no hay mas que brisa cálida acompañando mi soledad.

Mientras tanto la mente, perfecta traidora de este saco de huesos, no hace mas que soñar, imaginar escenas ficticias. Años lejanos y sin sentido totalmente convertidos en relatos cortos, que no se continúan pero siempre con la misma temática. Siempre tú y yo, cada uno con su vida, sin contemplar la posibilidad de nuestros mundos colisionando, provocando el estallido encantador en este espacio personal que solo quiere ser invadido por tu imponente figura. 

Sos un personaje existente, aunque no en mi vida. Nunca tu tentadora boca pronunciará mi nombre, así como yo lo hago con el tuyo. Y no oirás con que dulzura desmedida escapa de mis labios, no sin antes estremecerme al poder ver esos ojos mirándome. Faroles esmeralda iluminando mi rostro, las mejillas ardientes y la magia flotando en lo que me quede de aire para respirar. Porque si, definitivamente debes ser mágico para lograr hechizarme de este modo. 

No hay simple mortal que ansíe mas que tú. Poder con mis dedos sentir la textura de tus labios, recorrer tus parpados, tu nariz, el mentón. Invadir tu cuello, muriendo en cada milímetro de piel.

Sabiendo que la realidad golpea. Deseando reclamarte como mío, no es mas que la fantasía tomando forma, llevándome al borde de la locura. Aunque confieso, mi cordura es una farsante tambaleando.

La noche, ya se torna muy fría, los dedos de mis pies dan aviso de ese estado. Nuevamente disipo cualquier vestigio de tu imagen, tratando de levantar a la simple humana de la congelada silla. Sólo me detengo a observar las luces, las sombras dibujadas en la calle asfaltada, los ruidos, los autos, las frenadas y en un suspiro me pierdo cegada por las luces verdes de aquel maravilloso trailer que aparece para ahogarme con tu imagen, otra vez. Me estás robando la vida sin siquiera percatarlo, pero que bendición la mía ser tu victima, apuñalada de vez en vez por tu recuerdo.  

Mordiendo mi labio inferior y esbozando una sonrisa, abandono el balcón sabiendo que no te puedo disipar como si fueras solo un pensamiento. Tendré que cerrar la puerta, bajar las persianas, acomodando en la imaginación a mi mortal favorito entre mis brazos. No confío en la realidad, obsequiándome al divino debilitador de mis sentidos, aunque aseguro que siempre será el sueño más bonito. ¿Quién sabe? las noches se encargarán de contar el tiempo necesario. El tiempo que tome para que se marche de mi mente. 

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