viernes, 28 de septiembre de 2012
Enfrentarse
Cierro los ojos. Respiro. Un, dos, tres, cuatro pasos y me pierdo en el sonido del silencio. Tus ojos desvían la mirada, por mi mejilla corre una lágrima y, en mis ojos, otra luchan por escapar. ¿Qué fue de nosotras? Estaba decida a hablarte, a darnos otra oportunidad a pesar de que sé que eso solo sería alargar esta agonía. Pero no, es obvio que aquí terminó la función. Las luces que antes nos alumbraban ahora se apagan lentamente, absorben nuestras fuerzas, nos abandonan en la eterna oscuridad. Levantas la mirada, nos miramos fijamente, no me voy a acobardar. He tomado una nueva decisión, una que no tiene vuelta atrás. Las lágrimas se tornan incontrolables y descienden por mi rostro, cual lluvia torrencial. Quiero mirar hacia otro lado pero te rehúsas. Veo como tu rostro está empapado y no dejas de llorar. Das lástima, das asco. Nos quedamos calladas. Fuiste débil, yo más aún. Sin embargo, hoy me lleno de valor y pongo un punto final. Miro alrededor buscando algo útil. Un cuchillo, una tijera, lo que sea. Mientras revuelvo la habitación para encontrar eso que te de fin siento tus ojos húmedos sobre mí. Encuentro la herramienta perfecta: un viejo bate que solíamos usar cuando jugábamos al béisbol con papá, nada mejor que golpearte hasta la muerte, destruirte y liberar mi ira. Me acerco de nuevo a ti y me miras aterrada. Grito liberando una gran cantidad de aire y me siento más aliviada al mismo tiempo que me abalanzo sobre ti. Y con todas mis fuerzas te ataco, veo como te lastima y no me detengo. Lo disfruto, disfruto de ver como te haces trizas y en menos de un minuto ya no queda nada de ti, de mi, de mi reflejo absurdo al que tanta importancia le di. Porque un reflejo no es más que eso, un reflejo no tiene vida propia, un reflejo es solo lo que somos externamente, un espejo jamás nos permitirá mostrarnos nuestra alma, la esencia, e inclusive puede hacernos olvidar la importancia de la misma. Entonces regreso el bate a su lugar y me calzo los zapatos. Sonrió, me voy sin mirarme en ningún espejo, no importa el envase si no fortalecemos lo de adentro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario